jueves, 20 de octubre de 2016

TE BUSCO


martes, 11 de octubre de 2016

POSTAL



martes, 4 de octubre de 2016

VACACIONES


¡Estoy aburrida de todos ellos! ¿Otra vez lo mismo? ¿No se cansan? Ni uno sólo me ha gustado en estos últimos dieciocho años ¡Miento! Me fijé en uno que se quitaba la ropa lentamente y la doblaba con mucho mimo, dibujando una montaña perfecta encima de la toalla, ¡nada que ver con su acompañante!
Conozco esta playa desde que era pequeña y cada año vuelvo, estoy segura de que mi instinto reproductor influye, pero después de tantos años tiene que ver más con la parte emocional. Y ¡me tienen harta! Encima, este puñetero cambio climático que no ayuda nada. ¡No me aclaro, no sé si voy o vuelvo!
Y allí están, en mi playa, exhibiendo sus cuerpos sin pudor, la mayoría con tatuajes de mal gusto y esos piercings en sitios imposibles. ¡Y yo quejándome de mi anilla!
Por las mañanas son pocos los que vienen, lo que me permite disfrutarla prácticamente para mí sola: jugar con las olas,  pasear por la orilla, darme un chapuzón y comer algún pez. Las tardes, en cambio, son un murmullo constante de gente, apenas se puede oír el mar.
Hace dos días pasó algo que me desconcertó, estaba tan absorta viendo cómo aquel humano se quitaba la ropa que en cuanto se convirtió en un cuerpo desnudo más  le perdí de vista, pero no su ropa, que aguardaba encima de la toalla.  Ocurrió cuando los nudistas salían de su último baño y recogían sus cosas, no dejé de mirar el montón de ropa perfectamente doblada, quería deleitarme de nuevo con el modo de vestirse de su propietario.
Y mientras la playa se vaciaba, su acompañante no paraba de ir de un lado a otro de la cala, buscándole …. No apareció ese día pero volvió al día siguiente, acompañada por el socorrista y otros humanos. Tampoco apareció y de nuevo al día siguiente, acompañada de la guardia costera, pero sin éxito.
Y entonces me acordé de mi propia historia, de cómo conseguí sobreponerme al suicidio de mi compañero y cómo hallé consuelo en el macho más viejo. Intenté decírselo de muchos modos, pero no creo que me entendiese.

No dejé de seguirla por la playa, de hacerle dibujos con mis alas y de pisar varias veces la arena con la sola intención de decirle: no te preocupes ¡los viudos son la solución!


© Historias de Eva, S.L.
Maira Gall