corazón
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sábado, 7 de abril de 2012

MARTINI Y OTROS


Todo empezó el fin de semana pasado; el detonante: un sms, la reacción: un cabreo considerable, la solución:pues eso, solucionar el desaguisado y continuar a lo mio.

A partir de ese momento,todo han sido buenos momentos: un concierto con grata compañía; dos saraos muy divertidos; un domingo pasado que fue todo un regalo: una peli genial y reencontrarme con alguien a quien quiero mucho, que he visto crecer y siempre me da lecciones cuando estoy a su lado. Este año se va a México, a seguir un camino, muy diferente de aquel que compartimos hace... uff!.. demasiado tiempo.! (B. quiero detalles);  jugosas informaciones (adviértase el tono "Sálvame") con mi compañera de mesa, en mi nueva faceta de poligonera; una lluvia torrencial con una vista espectacular; un e-mail de mucho llorar, ¡de alegría claro! (un niño de seis meses tiene la culpa, ha encontrado su sitio, como mi nueva jirafa); una mano amiga en el corazón, una luna que trae viejos amigos; un concierto de jazz; un par de encuentros; un Intocable soberbio, un vino francés, un sol primaveral, un menú diez y deux parisienne fatiguée.

Merci d`ètre là quand j`ai besoin de vous, M.







domingo, 21 de noviembre de 2010

IN MEMORIAM


LA PROMESA

    Cuando ví el color de la nubes supe que no tardaría en morirme, no era adivina simplemente mi cuerpo se encontraba al límite de su resistencia y tan sólo había una razón para que se impusiera la vida en mi drogado organismo. La morfína corría por mis venas con demasiada frecuencia manteniendo mi dolor a raya. Los días para mi superaban las veinticuatro horas. el insomnio era mi compañero de cama y la habitación mi reino... y a pesar de todo quería vivir, una semana, tan sólo una semana. No necesitaba más tiempo.
    Las cosas no suelen ser agradables en estas circunstancias... y como dije al ver los destellos blancos que surgían de las nubes sabía que llegaba la hora de dejaba vencer.

    Quedaban menos de tres días para que mi hija, la pequeña, cumpliese la mayoría de edad !la niña de mis ojos!, cómo solía decir a todo el mundo y con mayor frecuencia desde que tuve noticia de mi enfermedad.
    La niña que quisé con toda mi alma que fuese un chico, idea que desapareció en cuanto me la entregaron, morenita, con mucho pelo y sonriendo, la niña de los ojos color avellana con los que desarmaba a cualquiera, mi niña, mi pequeña,  mi R, la más cariñosa, la más lista.

    !Cómo no asistir a tan importante evento! aunque estuviera sujeta a la tiranía del dolor, tan sólo apaciguado por el efecto de la morfina, no podía por menos que sacar fuerzas de flaqueza y morirme con la tranquilidad de haber sido testigo de esta fecha, liberándome además de la responsabilidad de no dejar ningún menor a cargo del que pronto sería mi viudo.

    No me gusta compadecerme de mi misma y siempre tuve presente lo que estaba viviendo, no fui engañada ni por médicos ni familiares, algo que agradecí, tomando conciencia de mi situación y pudiendo planear y casi convencer al resto, para mi despedida.

    Durante esa semana recuerdo la tibieza del sol invernal colándose por las rendijas de las persianas, olvidándome al despertar de la cuenta atrás y experimentado una leve mejoría, sin duda por el efecto de la luz. Me encontraba de humor, comía sin esfuerzo, mantenía ocupadas mis manos con labores de ganchillo y recibía con alborozo las visitas que seguían siendo innumerables.

    Procuraba mantenerme en el mundo de los vivos, prestando atención a lo que contaban mi hijas y de manera especial a la pequeña, sin duda la rutina de las clases en la Universidad les vino bien.

    Y qué decir de mi marido, siempre atento, pendiente de mi de manera casi obsesiva...recuerdo claramente nuestras manos, lo importante que era sentirlas. !Dios mio! ¿cómo pueden transmitir tanto? y los ojos !qué cantidad de cosas nos decíamos con mirarnos!.

    A nadie le gusta morir, sin duda por la educación que recibimos, nos preparan solamente para la vida. Nunca me planteé si había algo más después de la muerte, salvo la metamorfosis biológica y química del cuerpo; sin embargo, hoy puedo decir con certeza que sí hay algo más: estoy viva, gracias a la autora hace que me sigan recordando aquellos que me conocieron y aquellos a los que nunca conoceré.

    Diré para terminar que conseguí llegar a mi cita, la promesa se cumplió.






viernes, 8 de octubre de 2010

MI ALTER EGO

   

Cuando me preguntan por mi alter ego (Tafim), suelo contestar que es un nombre inventado de la bailarina de danza oriental que durante una temporada quise ser...y en parte es así. Aunque la verdad verdadera (si es que existe), es que nació de un juego, tomando café en el Círculo de Bellas Artes, con un compañero de criminología que acabó siendo ex. El juego muy sencillo, sobre una servilleta escritas al azar: letras y vocales y una invitación: Elígete un nombre. Yo elegí TAFIM, una de las protagonista de la historia que os cuento a continuación.. y la historia apareció entre los vapores de los Baños Arabes,  cercanos a la Plaza Jacinto Benavente, de Madrid.

EL JARDÍN DE LAS DELICIAS

Tenía calor, mucho calor, su pelo empapado caía sobre sus mejillas causa de la humedad, el ambiente le calaba. Le gustaba esa sensación, quizás era que no había conocido otra cosa. Se crió en el harén, con el cometido exclusivo del hamman.
El olor a aceite, el ruido del agua y la luz tamizándose por las celosías formaban parte de su paisaje diario, a veces tenía la sensación de encontrarse en un gran decorado, descubriendo en cualquier momento su irrealidad, aunque también sabía que llevaba demasiados años para creerlo.
¿Cuántos años tenía? ¡Cómo saberlo ni si siquiera conocía la fecha de su nacimiento! ¿veinte? ¿diecisiete? Su pecho no desarrollado, apenas del tamaño de mandarinas, su pubis ligeramente velludo, no eran factores determinantes para asegurar con certeza su edad.
Pero ¡qué estoy pensado, con las cosas que tengo que hacer! Preparar los afeites, calentar la pileta del vapor, la túnica, los abalorios.... demasiadas cosas. ¡Despierta!

Apareció desnuda dispuesta a dejarse hacer, acarició su cuerpo con el agua caliente, notó como sus poros se iban abriendo; era la parte que más le gustaba, sabía que ahora tendría que introducirse en la pileta de agua fría: su piel adormilada antes, ahora en tensión, sus músculos contraídos al máximo. De nuevo envuelta en el calor húmedo del vapor relaja todos sus sentidos y sueña...
Tafim se acerca suavemente, intenta no hacer mucho ruido, pone la mano sobre su hombro y le susurra que ya es la hora, debe acabar el baño. Unos ojos negros la miran fijamente y la siguen hasta el diván. Allí envuelta en los efluvios del aroma a  jazmín, encuentra unas manos que recorren la espalda, como un pequeño ejercito ocupando toda su superficie.
Los dedos fuertes, sabios buscando los rincones donde se hacen necesarios, útiles para el descanso y relajo de músculos, vértebras, nervios...A pesar de ser un recorrido de sobra conocido, siempre cambia, encontrando alguna sorpresa en su camino.

¡Cómo le gusta el tatuaje que porta! Esa media luna con el símbolo del sultán, del tamaño de un dátil, en el inicio de la nuca y cubierta por el nacimiento del pelo. Desea tanto tener uno así. No es el efecto arrebatador que produce lo que quiere, sino lo que significa: formar parte de ese grupo de mujeres a las que dedica toda su existencia.
Cuentan sus antecesoras como una de ellas consiguió llegar a ocupar el lugar más privilegiado: ser la favorita del sultán. Pero de eso hacía demasiados años, sólo una historia, nadie vivo que pudiera afirmarlo o desmentirlo. Quizás un sueño que había ido forjándose en real a largo de décadas.
La tensión de las muñecas la hizo volver en sí, llevaba demasiado tiempo dando el masaje, era hora de acabar. Con la suavidad del paño de algodón caliente arrastrando los restos de aceite finalizó. La ayudó a incorporarse y a cubrir su cuerpo con la túnica de seda verde esmeralda.

¡Alá, bendiga esos dedos! Una sola de sus caricias hace despertar en mi los más ardientes deseos. Si el sultán me tocara así, sería capaz de alcanzar la séptima puerta.
Siguió dejando trabajar esas manos, abandonándose al éxtasis que le producían. Notó el tejido del paño, sabía que todo había acabado, la parte que más le llenaba del día, terminaba. La miró agradeciéndole sin palabras todo su trabajo, unos ojos almendrados y una sonrisa picarona, dieron su aprobación.
El sonido del “almohacin” llamando a los fieles puso la nota final al baño. Con las manos extendidas hacia Tafim, deja que las dibuje con henna, decorándolas profusamente.

Es curioso que todo lo que ocurre en mi vida es fruto de mi pasividad, siempre dejo que me hagan: que me despierten, me bañen, me alimenten, me dominen en la cama....no soy dueña de mi destino, eso lo se; ni siquiera señora de lo más elemental. ¡Me gustaría tanto ser por un día, como ella!, sabiendo que una vez cumplidas las obligaciones puede elegir qué hacer.
Envuelta todavía en los vapores del agua, Tafim se afana en guardar de nuevo los utensilios. En su mente solo una imagen: el negro del tatuaje
¿Cómo corresponder a todos sus cuidados? Se debate entre el saber que forma parte de la manera en que se gana el sustento y la remota posibilidad de que disfrute mientras trabaja. Lo ha visto en sus ojos, a veces la sorprende sonriendo con tanta facilidad....
Piensa cuidadosamente la manera de responder a todas las atenciones recibidas hasta ahora  y sólo encuentra una solución: es su cuerpo, lo único que posee, el instrumento elegido.
El resto del día lo dedicó a idear la forma de llevar a cabo la ofrenda. Se preocupó de hacer una inspección en el ala reservada a las esclavas y como si de un general antes de un combate se tratase, examinó el terreno buscando los puntos a favor y en contra.
La estancia que ocupaba Tafim, estaba al final del largo pasillo, sin duda, facilitaba la intimidad y la huida rápida en caso necesario. La forma de penetrar en el recinto le preocupaba más, pasar sin levantar sospechas, de otro modo dificultaría su cometido. ¡Un disfraz!, es la clave. Se haría con una de esas túnicas oscuras en la hora del baño y uno de esos pañuelos de aspecto tosco para cubrir su larga caballera.
¡Estoy orgullosa¡ Por fin soy dueña de mis actos y de sus consecuencias. A decir verdad, soy una gran estratega, no he dejado ni una sola cosa al azar. De algo tienen que servirme las interminables partidas de ajedrez con mi señor. Se descubrió canturreando.

En el bazar no cabía ni un alfiler, sorteando a unos y a otros, alcanzó al vendedor ambulante.
   - ¡Alá te proteja¡ Tafim
   - A ti y a los tuyos, Melthiab.
   - ¿Con que esencia de mi humilde comercio vas a sorprender a la sultana?
   - Es increíble, siempre adivinas mis pensamientos. Quisiera una esencia tan dulce, como la vainilla, pero más sorprendente.
   - Tengo lo que buscas y a un módico precio.
   - Hoy no tengo tiempo de regatear, lo que me digas, te pagaré.
   - Esta bien. Has de saber que me dejas sin unas de las tareas más placenteras de mi humilde labor.
Gracias por comprenderlo.
   De camino, iba oliendo el perfume que Melthiab le había dado. Unas notas de canela, clavo y una pizca de hierbabuena componían tal sugerente esencia. Imagina la aprobación de la sultana al dejar empapar sus cabellos con ella.
   Tumbada en la cama intenta conciliar el sueño, en su cabeza solo hay espacio para el aroma de la esencia adquirida. No puedo resistirse a probarla en su propio cuerpo. Se desnuda lentamente y comienza a empapar sus cabellos, sus axilas y su pubis con tan ansiado líquido. Se encuentra distinta, inmensamente más bella. Por un momento ocupa el lugar de la sultana e imagina.

   El pasillo no lo recordaba tan largo y oscuro, hasta ahora tiene suerte, ni un solo ruido ni una sola presencia han salido a su encuentro. Al alcance de su mano, tiene la puerta.... ¿Y si está despierta? ¿Y si la asustó y grita? .No puedo abandonar, es algo que desea hacer. Se anima.
    Deja deslizar suavemente la bisagra y penetra en la alcoba. Un olor intenso y desconocido satura sus fosas nasales. Ella duerme.
   Me acercaré con cuidado, no quiero despertarla, todavía no. El aire está impregnado de ese aroma que no la deja pensar con claridad, va hacia ella, escucha su respiración, observa su cuerpo desnudo descansando, decide acostarse a su lado, quiere sentirla cerca, roza su pelo con las yemas de los dedos. No quiere ser descubierta.
    Tafim no advierte su presencia, se hace fuerte. Todavía con las yemas de los dedos recorre su espalda, sus glúteos, sus piernas. Quiere más. La induce a cambiar de postura, lo consigue, la visión es espectacular, necesita estar más cerca, las yemas no le sirven, con el dorso de las manos realiza la expedición: los brazos, clavícula, senos, vientre, pubis, piernas.... se abandona a sus sentidos. De pronto se detiene, nota su respiración más agitada, no quiere que la encuentre allí. Continúa, no puede controlarse, ahora recorre su cara redonda, su frente pequeña, sus ojos, sus infinitas pestañas, sus labios carnosos...... ¡Cómo no probarlos! Se aproxima, los lame, los mordisquea y ellos aceptan la ofrenda entregándose con pasión.
   Los cuerpos se entrelazan, los brazos y piernas se enmarañan, los poros de su piel expelen sudor y satisfacción. Ambas han alcanzado la séptima puerta.
  


martes, 5 de octubre de 2010

GUION DE UN CAFÉ

  
Mañana es un día importante para mí y tengo miedo. De camino a casa, me he acordado de ella, de cómo la conocí y cómo en tan poco tiempo pude aprender tanto de la vida. He recordado sus pestañas, sus ojos grandes, su acento extranjero y su palmera, esa que tampoco está, aunque si su recuerdo. Comparto su dedicatoria en las últimas navidades juntas y mi pequeño homenaje. 

GUION DE UN CAFÉ.
   Cámara fija en la barra de una cafetería de barrio medio, con decoración profusa, mesitas que invitan al almuerzo y a la charla de grupos de mujeres a la salida del gimnasio o de la compra, sorprendentemente limpio.

   Dos hombres hablan en una cafetería de la salud del ausente, sintiéndose aliviados de no ser ellos quienes sufran su dolencia, dando gracias a no se sabe qué por no haber sido elegidos por la enfermedad, celebrando entre vinos su buena salud y repitiéndose: "...si es que no somos nadie, !joder!, nos puede pasar a todos, tenemos que disfrutar el momento..."Frases vacías de tanto repetirlas.

   Un cliente los observa curioso, hace amago de intervenir en la conversación, duda, carraspea para aclarar la voz, pero se repliega, fundiéndose nuevamente en la lectura del libro. Ya no puede prestarles atención, su cabeza se dispara y se ve acosada por recuerdos recientes. Hace ya dos meses que conoce la fatal noticia, lo ha asimilado con normalidad, sus compañeros de trabajo se sorprenden y hacen aspavientos. Para ella, sólo es una vuelta más de tuerca, volver al mismo camino que había dejado hace dos años. Nos hacemos tan cómodos, piensa ¿cómo imaginar que podía volver a suceder, con los buenos resultados de los últimos análisis?

   Su enfermedad, mejor dicho “su dolencia”, como le gusta decir, produce extraños efectos a su alrededor. No saben cómo tratarla: se debaten entre el excesivo cariño y la indiferencia. A veces tiene la impresión de ser invisible, que huyen de su lado para evitar saber lo que su cuerpo sufre, tener que ser testigo de su decadencia progresiva... ¡qué bien se vive en la ignorancia!

Se lamenta por saber demasiado, no quiere conocer cada una de las fases por las que tendrá que pasar de nuevo, no desea recordar los temblores, el dolor de riñones, los vómitos incontrolados, su cuerpo tensionado al máximo.

¡Basta!, ¡Basta ya! Repite. Su monólogo interior se hace insoportable.

Vuelve al libro; el párrafo que comienza a leer la sumerge en otra realidad mucho más llevadera. Está intrigada con la historia de amor, que tan bien sabe narrar su escritora favorita, Almudena Grandes. Y nuevamente pierde el interés, comienza a pensar en las diferentes formas de amar que ha conocido por ella y lo extraño que a veces resulta el sentimiento del amor...
Se remueve en la silla, buscando de nuevo la concentración para llenarse de los aires y playas de Cádiz. “Los aires difíciles”, así se titula el libro. Personajes alejados de sus ciudades de origen, buscando respuestas a sus vidas...como ella.

Cierra el libro, con un gesto llama al camarero, le pide la cuenta; Se levanta, paga su café y le regala una sonrisa. Sale a la calle con un único pensamiento: Un día más está en el mundo de los vivos.


© Historias de Eva, S.L.
Maira Gall