drogas
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lunes, 27 de junio de 2011

THAI

   Asi se llamaba, la variedad de marihuana que me vendieron en uno de los miles de coffee shop que hay en Amsterdam, y como buen turista, me lo fumé. El sitio  en concreto: http://thebulldog.com/cafes/palace. El suministrador o vendedor, nos aconsejó que probaramos esa variedad.- Es suave- nos dijo enseñando los dientes, riéndose a mandibula batiente. Luego comprobamos el motivo. Sentaditos en una de las terrazas, al lado del canal, fumamos.

   La falta de costumbre es lo que tiene y  en el minuto uno, ya no sentía las piernas, en el minuto dos, me parecía estar en una playa, en el minuto tres, mis palabras salían con dificultad, en el minuto cuatro, me parecía conocer a todo el mundo, en el cinco con un globo considerable, mi cuerpo se balanceaba sin poder controlarlo, de repente descubrí que hacía una noche estupenda (a pesar de ver a la gente abrigada hasta los orejas), luego me fijé en mi acompañante, y ahí todas las sensaciones de las que estaba disfrutando, desaparecieron.. Estaba fatal. No es que yo estuviera mejor, pero uno de los dos tenía que volver a tener los sentidos alerta. Me asusté, vaya si me asusté, me imaginé cayéndonos por uno de los canales, me imaginé arrastrando su cuerpo hasta el hotel, me imaginé al calvo que nos la vendió llamándonos pardillos en perfecto holandés y riéndose cual Joker. Me pidió que le trajese una botella de agua... y yo pensando: !!Si no siento las piernas!! . Me hice la valiente. El camino desde la terraza al bar, para pedir, fue toda una aventura, mis pies flotaban, los tres escalones, se me antojaron una ristra de escaleras mecánicas.... y como todo no iba a ser malo, pedía la botella en un inglés excelente, que sólo falto al camarero darme la enhorabuena por mi dicción.
   Con la botella en la mano, volví con mi acompañante que seguía fatal. Poco a poco, fue recuperando el color y con mucho cuidado, nos fuimos en busca del autobus que nos llevaría al hotel, la estación parecía enorme (que lo es, desde luego), al final, lo perdimos, nuestra velocidad y reflejos iban lentos. Nos fuimos en un rally-taxi, porque a pesar del globo, si que pude ver que ibamos a 90 km por la ciudad, en circunstancias normales me hubiera asustado mucho más, pero en el estado que estaba me pareció estar disfrutado de un viaje interestelar.
   Conclusión: Las drogas no son buenas.
© Historias de Eva, S.L.
Maira Gall